jueves, 15 de abril de 2010

P aternidad

Colipil caminaba velozmente, su corazón lo elevaba; apenas sentía la hierba seca rozando sus pies. Los pájaros trinaban alentándolo. A sus espaldas la cordillera iluminábase con nítidos resplandores rosa. “Es buena señal”, se dijo. Y clavó sus pupilas en el cerro Huelén, peñón de rocas y matorrales sagrados. Escuchó el sonido del río purificador. Había llegado.

Su mujer, sonriente, le entregó al hijo recién nacido; él levantándolo hacia el cielo lo ofreció al sol naciente, así los tres comulgaron la acción de gracias a la Creación.

*

Dos siglos después, José corría afligido hacia la Maternidad del Hospital. Pasó frente al cerro Santa Lucía, ni siquiera lo miró. Amanecía. Trabajó hasta muy tarde. Estaba agotado. Sólo pensaba: “¡Otro hijo, otro gasto!”.

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