lunes, 31 de mayo de 2010

CALLE CON NÚMEROS


Este poemario da razón de la ciudad en sutiles pinceladas, visibles para quien camina portando una mirada abierta y parpadeante, entregándose a pequeños detalles de la cotidianidad.

A veces, por íntima necesidad, hay que navegar por las vastedades del paisaje.

Annabella Brüning

4

Cuatro jinetes transparentes

cabalgan entre muros

y paisajes deslavados

huelen a podrido

alborotan y callan

se enuncian

se muestran

casi nadie los ve

ponen ausencia con su presencia.

Se escabullen murmurando velatorios

integrándose a los spot que traspasan la audición.

Alójanse enhiestos

en la vorágine rosada que nubla el panorama.


Van por allí

¡Uf !... cabalgan

cabalgan.

31

Treinta y un días interminables

camina y vende

vende y camina.

Bajan sangrientos los verdes racimos

que un día nacieron

de sueños murmuradores.

No hay domingos

ni festivos.

Los atajos juveniles

fenecieron

las ilusiones aterrizaron

ya no están a la vista

las luces guías

se fragmentaron

y esa tenue claridad

le dice:

hay que reunir dinero

hay que pagar

la

maldita

cuota.

camina y muere

silencioso vacío

aferrado

al burdo vender.

29

Veintinueve muchachos

con mochilas a la espalda

transitan en desorden

empujándose y riendo.

No hay una conversación.

Ni un poema se desliza de boca alguna.

No hay ni siquiera un chisme.

Fragmentos de colores escapan ignorados.

¡Parece que todos son parientes

pues se tratan con el mismo nombre!

9

Nueve portazos

se escuchan uno tras otro.

150

Ciento cincuenta niños

abren ojos asombrados.

19

Diecinueve madres

llaman a sus pequeños hijos.

6

Seis abuelas gesticulan y callan.

2

Dos gatos peludos

escapan.

1

Un perro azul

los sigue.

750

Setecientos cincuenta pares de piernas

caminando por la misma calle

bosque improvisado

móvil

frenético

no importa adonde van

ni de donde vienen.

El niño que las ve

desde su corta altura

al transitar atado a mano materna

con el ensueño prendido en la tibieza

de la tarde

se emborracha y … se detiene.

59

Cincuenta y nueve canciones

una a una

invaden el salón

se deslizan rodando por el jardín

imprimen en paredes y escalas

notas cálidas y tristes

etéreas en cielos rasos

y graves en las cortinas.

En las niñas de la casa

vaivenes de bailarinas.

42

Cuarenta y dos livianas nubes blancas

coposas

frágiles

atraviesan ligeras

-mientras murmuran novedades-

sobre la ciudad despierta.

Con sus ojos acuosos

fisgonean los movimientos de la gente

que las ignora.

Luego

en la nada y por la nada

en un devenir celeste

se deshacen.

43

Cuarenta y tres árboles

se desvelan aburridos.

El desagradable retumbar del tráfico

escucharon todo el día.

¿Quién nos puso

-alegan compungidos-

en esta platabanda concurrida

sin pensar en nuestro descanso?

324

Trescientos veinticuatro pájaros

los despiertan cada mañana.

Con un arrabal de melodías

los alegran.

13

Trece cantos diferentes

les ofrecen para pagar el alquiler.

57

Cincuenta y siete nidos construyeron

con paciencia y madurez

y contentos se han propuesto

114

Ciento catorce huevitos

empollar.

35

Treinta y cinco prendas de ropa

-festival alado de colores-

en cordel se balancean.

El viento las invita a bailar

-aquelarre de giros-.

El sol les presta su aliento

-vaivenes de perfume-.

Su paleta pone notas

y puntos de regocijo.

La sombra del árbol cercano

les imprime nuevas tonalidades

-embrujo dinámico-.

Ellas se exhiben airosas

como banderas de triunfo.

Sueñan…

Haber vestido con magia terrenal

El paisaje urbano.

50

Cincuenta ventanas indiferentes

miran hacia dentro

o hacia fuera .

16

Dieciséis están abiertas.

Borbotea el grácil aroma de jazmín primaveral

al cruzar sus marcos gastados.

34

Treinta y cuatro están cerradas.

A ellas no les interesa

sólo son ventanas.


37

Treinta y siete relojes de pared

palpitan al unísono

componen una melodía

repetida

imperturbable

sellando segundos

uno a uno

como gotas de agua que se acumulan

para reunir

poder.

99

Noventa y nueve libros

reposan en repisas empolvadas

sueñan que algún iluso

de esos que andan por allí

los coja

los acaricie

y al abrirlos beba

su contenido sagrado

como néctar prohibido.

55

Cincuenta y cinco botellas soñolientas

en un perímetro estrecho

atisban hacia la calle.

Susurran irreverentes:

¿cuál se irá primero

a provocar reminiscencias

desatinos

estériles alegrías

hostiles resentimientos?

¿Cuál?

32

Treinta y dos barrotes

chorreados de negro

hace mucho tiempo

descascaran escamas multiformes

que aburridas de estar ahí

tras la permutación que ignoran

y que libremente eligen

se abandonan.

Oscilan entre la aurora y el ocaso.

Enmudecen de pánico descolorido.

Huelen su resignación.

27

Veintisiete monedas mugrosas

atesora un pordiosero

en sucio bolsillo.

Chispas cristalinas

tintinean con su andar.

Su mano las acaricia

introduciéndolas

por mágica osmosis

en un caudal etéreo

de mansiones y banquetes

que por esa noche

lo saciarán.

46

Cuarenta y seis besos se dieron

en el otoño de la tarde

nutritivos

para ambos.

Así intercambiaron

exuberantes mixturas

novedades inconclusas

peregrinas melodías

y maravillas virtuales.

90

Noventa tic-tac tic-tac.

Campanario despierto

fiesta de campanadas

reloj.

Aire en suspenso

abierto a la inmanente predicción.

Una pareja joven

estrechándose las manos

escucha el paso del tiempo…

¿cuánto durará nuestro amor?

18

Dieciocho volantines de primavera

surcan el cielo azulino

en carrera hacia la altura.

Pinceladas multicolores

dibujan flores exóticas

suspendidas.

Sus tallos no se perciben

su libertad es mentira

atados van a la tierra

alguien los carga de sueños

pone en ellos sus recuerdos

sus anhelos

y…

los suelta.

24

Veinticuatro horas muy lentas

carga en sus hombros ella.

Inseparable de sus sueños

que la enajenan de las verdades

camina ignorando donde está

y no despierta.

Abre ojos que no ven

abre boca muda

manos que no cogen

suspiros perdidos

pasos que no alcanzan el suelo.

Nada sabe.

Nada espera.

El …

él se ha fugado

con otra.

30

Treinta huevos anidados

en livianas bandejas

lloran de ausencia materna

de raíces sesgadas

de fracaso supervivencial.

En locales del comercio

lloran

por no haber sido concebidos.

Lloran por llorar.

360

Trescientos sesenta redondos grados

giró por el espacio

impelida por manos infantiles.

Caprichosos dibujos rasgaron el aire.

Miradas clavadas en las imprevistas evoluciones

las mentes calculando

el lugar exacto donde boteará.

Emociones contenidas

reverberan entre parpadeo y parpadeo.

Un apasionado y breve suspenso.

2200

Dos mil doscientas cabezas

despiertan fugazmente de su inmolación

voltean hacia el cielo

fijando sus miradas cúbicas

hacia el sordo ruido

de un helicóptero.

¿Qué habrá sucedido?

¿Por qué ese deambular?

Hay que ver el noticiero de la noche.


1999

Mil novecientas noventa y nueve

caen nuevamente

sin andamios

en el vaso agridulce

de sus incontrolables pensamientos.

30.000

Treinta mil espectadores

siguen los lances del juego

con sus dientes apretados.

Los problemas, las rutinas

han quedado sin valor.

¡Qué jugada peligrosa!

Alivio…

nada pasó.

Hay que arañar

hacer fuerza

poner garra

hay que atrapar la energía

para cosechar un gol.

98

Noventa y ocho postes de luz

-soldados eléctricos-

muy tiesos custodian

aletargados.

Están ahí.

Sostienen.

No ven

ni escuchan nada.

58

Cincuenta y ocho suspiros

no exhalados

luciéndose en la maraña graciosa de un boldo

acogedor de enredaderas

pintan con sus morados azulosos

el paisaje de un jardín feliz.

28

Veintiocho golondrinas

en vuelos rapidísimos

dibujan electrizantes turbulencias en el aire.

Segundos después

la brisa

que el mar prodigó a la tierra

sin entender la lectura

insufla su cuerpo etéreo

y toma posesión de aquel espacio.

45

Cuarenta y cinco naranjas

jugosas

(repletos los vientres

de sol encapsulado

y aguas de aromas.

Brisas melódicas acunándolas

desde su inicio flor.)

Orgullosas de expandirse en esferas que cuelgan

como si flotaran

alrededor del verde compacto

de su árbol madre

esperan una mano cálida

para huir dentro de ella

y luego deshacerse en bocas anhelantes.

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